José Ramón Enríquez Alcázar (Ciudad de México; 22 de agosto de 1945) es un poeta, dramaturgo, director de escena, actor, pedagogo y crítico de teatro, ensayista y editor mexicano. Pertenece a la segunda generación del exilio republicano español. Su obra se ha mantenido distante del común denominador que caracteriza al teatro en México; a decir de él mismo, más bien forma parte de una generación de dramaturgos nacidos en los 40, sin mayor coincidencia que la cronológica. Maestros, padre y madre, la pasión por las letras apareció desde niño, así como la vocación teatral. Por una parte, en 1964 publica su primer libro: Al pie de mi amor clavado, con la ayuda de su padre; es, sin embargo, el mismo año en que ha tomado la decisión de entrar a la Compañía de Jesús, por lo que da inicio a su noviciado en la orden fundada por San Ignacio de Loyola. Los ejercicios le conducen a una profunda reflexión sobre su ser y estar en la fe cristiana y, en consecuencia, a expresar con su director espiritual la propia orientación homosexual. Este acto lo lleva, por un lado, a salir de la Compañía, y, por el otro, a participar en la lucha por la defensa de los derechos civiles, individuales y colectivos, de los miembros de la comunidad gay; en especial desde tres trincheras: el quehacer poiético en las letras y para la escena, la militancia política de izquierdas y el periodismo cultural. Por la otra parte, juega al teatro, se descubre en él y se decide a estudiarlo, de modo que ingresa a la otrora Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en 1966, de donde será llamado a trabajar un año más tarde como actor dentro del reparto de Macbeth, de William Shakespeare, dirigido por José Solé, y Galileo Galilei, de Bertolt Brecht, bajo la dirección de Ignacio Retes; con quien a su vez actuará en dos puestas en escena más: las de los estrenos mundiales de Los albañiles y El juicio, escritas por Vicente Leñero... En 2006, José Ramón Enríquez es reconocido con el Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón, y diez años más tarde será recipiendario de la Medalla Bellas Artes 2016; galardón recibido por creadoras y creadores como Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Ignacio Solares, Vicente Leñero, Rosenda Monteros, Arturo Ripstein, Ángela Gurría, Amparo Dávila y José Agustín; entre otras y otros. De su obra, por muchos señalada como teatro poético y barroco, él mismo declara que puede decirse que ha surgido de una necesidad personal de reflexión y expresión, donde la diversidad de tonalidades es una constante: «cada obra exige lo que necesita.» Contradiciendo a Ortega, afirma que el estilo no es el hombre sino la fidelidad a la autonomía de la propia obra. En Paso de Gato, revista mexicana de teatro, Bruce Swansey comparte un fragmento del ensayo «Reapropiación, descontextualización y reconfiguración de los clásicos en La cueva de Montesinos de José Ramón Enríquez», presentado en el Congreso «El exilio republicano español en 1939, la segunda generación»; allí, el autor de Barroco y vanguardia: de Quevedo a Valle-Inclán escribe que «si quisiéramos colocarle una etiqueta [a José Ramón Enríquez] podría decirse que se trata de un ejercicio posmoderno, si por ello se entiende una práctica guiada por la intertextualidad, que busca en el diálogo con los clásicos una forma de renovar el lenguaje escénico y sobre todo de alejarse del estilo realista imperante en la escena mexicana.» No obstante, Swansey agrega que «el amor por los clásicos y el interés por la historia no tienen que ver en Enríquez con la erudición […] su curiosidad persigue otros fines guiados por la intuición y por una estética determinada por una visión ética[:] su certeza de que el poder lo invade y corrompe todo.» Así, pues, «en la obra de Enríquez –continúa Swansey–, el Barroco se convierte en espacio de resistencia cultural contra una modernidad grotesca […] pero también de encuentro y nuevo mestizaje entre la herencia clásica y los marginados contemporáneos de México, país de la neopicaresca» en la que el maestro José Ramón dice le tocó vivir el año axial del 68 y se siente en deuda con sus sueños de entonces y con la realidad lacerante que su generación ha heredado a las nuevas sin saber bien por qué. Wikipedia |
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